Escrito por Josefina Hurtado Neira
Basel, Suiza
Esta arpillera capta el momento en el cual una mujer trabajadora a honorarios por más de 20 años, recibe la noticia de que su empleador no pagará las próximas vacaciones. El impulso que la inunda es de ira y deseos de huir de Chile. Irse del país que la maltrata, llevándose lo único propio: su bolso con todas sus pertenencias (linyera). De su ropa salen chispas de rabia y la tela que dibuja su rostro deforma sus facciones. Adoquines sueltos bajo sus pies muestran un piso incierto. El colorido y calidad de las telas que la visten y carga representan su identidad laboral en el ámbito de las artes visuales. Su realidad de pobreza y sufrimiento vivida de manera solitaria sale a lo público enmascarada.
Ser trabajador/a con contrato de prestación de servicios a honorarios es una figura peculiar del sistema laboral chileno, mediante la cual se han concretado procesos de flexibilización contractual y precarización del trabajo. La figura legal que lo ampara define la relación con el empleador como un arrendamiento de servicios, indicando explícitamente que no le son aplicables las normas de la legislación laboral chilena, sino las disposiciones del derecho privado, particularmente aquellas contenidas en los artículos N° 206 y siguientes del Código Civil.
En algunos casos, los empleadores han llegado a acuerdos informales otorgando vacaciones remuneradas a trabajadoras/es a honorarios. Es el caso de la trabajadora representada en la arpillera. En las primeras décadas del siglo XX, en Argentina, Uruguay y Chile existió un personaje llamado “Linyera”, migrante que salía con sus pocas pertenencias a buscar nuevas perspectivas laborales. La autora de la arpillera se identifica y se representa en este personaje de la cultura popular del cono sur latinoamericano. Al mismo tiempo esto me evoca el poema de Cora Coralina : Estoy hecha de retazos, que sintentiza tanto esta experiencia de vida y la obra de la arpillera.
Estoy hecha de retazos
Pedacitos coloridos de cada vida que pasa por la mía y que voy cosiendo en el alma.
No siempre son bonitos, ni siempre felices, pero me agregan y me hacen ser quien soy.
En cada encuentro, en cada contacto, voy quedando mayor…
En cada retazo una vida, una lección, un cariño, una nostalgia…
Que me hacen más persona, más humana, más completa.
Y pienso que es así como la vida se hace: de pedazos de otras gentes que se van convirtiendo en parte de la gente también.
Y la mejor parte es que nunca estaremos listo/as, finalizados/as …
Siempre habrá un retazo para añadir al alma.
Por lo tanto, gracias a cada un/a de ustedes, que forman parte de mi vida y que me permite engrandecer mi historia con los retazos dejados en mí. Que yo también pueda dejar pedacitos de mí por los caminos y que puedan ser parte de sus historias.
Y que así, de retazo en retazo podamos convertirnos, un día, en un inmenso bordado de “nosotros”.
Estoy hecha de retazos. Gracias por cada retazo.
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